FOTOGRAFÍA RETRATO A BAILARINES EN ESPAÑA

Mirar disparando

Conocí a Jeosm en la primavera de 2015. Desde entonces, he visto a James Ellroy gruñirle al objetivo de su cámara; a David Gistau sostenerle la mirada como si la vida fuese a durarle para siempre; a Fernando Aramburu posar con una primera edición de ‘Patria’ antes de vender más de un millón de ejemplares; a Almudena Grande resistirse a la sonrisa y a Joel Dicker llevarse la mano a la nuca como en un fotograma de ‘Paris mon amour’. Es rápido, ágil y discreto, como los buenos cazadores. Está tocado por el don de quienes fotografían el momento exacto en el que un mundo se derrumba o nace otro en la conversación que sostienen dos desconocidos. Un tipo duro, directo, de pocas palabras y lealtad de hierro. Alguien a quien la vida no le ha regalado nada y por eso cuando muerde una buena presa, no afloja la mandíbula.

Con Jeosm no conocí al mejor fotógrafo y retratista de mi generación, también un mundo. Sus amigos grafiteros, a quienes Javier Marías dedicó una de sus columnas más curiosas; los tatuadores que crean bestiarios en las pieles de otras personas; a las mujeres más luchadoras, Patri una de ellas, y a una madre que él evoca como si de una catedral se tratara. Hemos compartido cacerías en Tánger, París, Barcelona, Luchana, Trafalgar, Gran Vía y las muchas trincheras que aún nos quedan por librar. Nadie sale ileso de uno de sus disparos. Ante su cámara han posado desde futbolistas como Cristiano Ronaldo, escritores como Arturo Pérez-Reverte o políticos como Pedro Sánchez.

No cumple aún los 45 años, pero Jeosm lleva toda su vida de combate en combate.  Su nombre es hermético, extraño, impronunciable acaso. Le viene del grafiti, un mundo al que lleva ligado más veinte años. Es un veterano de esa guerra urbana y un fotógrafo que aprendió a librar sus mejores batallas entre muros. Porque a mirar se aprende así: disparando. Todo en las imágenes de Jeosm cobran vida de forma sobria y arbitraria: en blanco y negro, aunque convendría decir ‘blanco o negro’. Porque en su mundo se es o no. La importancia de lo vivido supera todo esteticismo. Sin colores, la vida se la juega en los matices; y la herida es más herida; la hendidura más hendidura; y la costra más costra. Un francotirador paciente. Un buen amigo. Un artista.

Karina Sainz Borgo

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